En un abrupto déjà vu espacio-temporal, esta imagen, perteneciente a una serie de retratos que Flama lleva a cabo en 2019, sigue profundizando en la práctica del retrato y refresca el tratamiento barroco de este género pictórico que tuvo en la Escuela Holandesa uno de sus mayores exponentes. Revisitados con la irreverencia que caracteriza su trabajo y la osadía que le conceden dos presencias innegables en su haber: la conciencia sobre la historia de la pintura y el ejercicio profesional como fotógrafo de moda, los burgueses de Rembrandt, Van Eyck o Vermeer acompañan al espectador en la contemplación de esta obra. Con este bagaje conciliado permanentemente en su proceso analítico refresca la estética barroca alimentando los planteamientos formales de los siglos XVI y XVII hasta volverlos tan actuales a los ojos contemporáneos que conviven sin lastre con imágenes mostradas por él en simultaneidad cronológica.

La figura emerge desde el negro con un tratamiento rotundo de luces y sombras; es, sin lugar a equívocos, la decisión concluyente que rige la concepción de la pieza. Negros y blancos posan en los rojos puntuales los pocos destellos de color. La pose recuerda la antigua quietud pero toma distancia de ella a partir de esa mano adelantada y excesiva que le aporta movimiento y contundencia. El empleo de la amplia gorguera de tul es el elemento visual más evocador de las formas del Siglo de Oro; su

centralidad captura inicialmente la atención del espectador, al posarse sobre él, a modo de bandeja o más bien de pétalos alados, una cabeza rala de mirada bovina y expresivo maquillaje. Finalmente el soporte, fotografía impresa en lienzo, termina de dar la coherencia de acabados a la obra. Un guiño a la moda y la estética barroca, con una propuesta audaz que basa su equilibrio entre el exceso y lo mínimal. Esta pieza fue seleccionada para formar parte de la exposición colectiva Corpóreos. Fragmentos, presentada en La Caja 1 del Centro Cultural Chacao, Caracas, en homenaje a Fran Beaufrand (Febrero- abril 2023).